Joaquín Achúcarro
Joaquín Achúcarro
Sala Argenta · Palacio de Festivales · 20:30 hJoaquín Achúcarro, piano
Programa
I
Frédéric Chopin
• 24 preludios Op. 28
II
Claude Debussy
• La plus que lente (vals)
• La puerta del vino
• La soiree dans Grenade de Estampes
Manuel de Falla
• Homenaje a Debussy
Maurice Ravel
• Gaspard de la Nuit
Ondine
Le Gibet
Scarbo
Del Romanticismo a su caricatura
El primer encuentro de Frédéric Chopin (1810-1849) con George Sand (1804-1876) estuvo marcado por la frialdad y el escepticismo: “Qué persona tan poco atractiva es La Sand. ¿Realmente es una mujer?”, pensaba el compositor en 1837. La escritora vestía ropas masculinas, fumaba y hacía deporte, hábitos poco femeninos para la época. No obstante, un año después comenzaron un encendido romance que les llevó a Mallorca. Viajaron junto a los dos hijos de ella, invitados por la esposa del Cónsul de España en París.
El polaco llevó consigo unas piezas breves que comenzó en 1835: los 24 Preludios op. 28. Una vez concluidos, en enero de 1839, los envió a su editor desde la isla. Son piezas aforísticas cuya etimología nos lleva a pensar en miniaturas incompletas e improvisadas. Repasan las 24 tonalidades del sistema temperado como lo hiciera Bach, pero emparejadas de un modo distinto: por tonalidades relativas (Do mayor/La menor) y no por homónimas (Do mayor/Do menor). Otro de sus modelos fueron los Preludios op. 37 (1827) de Ignaz Moscheles.
Años después, el pianista Hans von Büllow condicionaría para siempre la escucha de esta obra al añadir títulos a algunos preludios que, a su juicio, los describía. Entre los apelativos más famosos está “La gota de agua” para el n. 15, en el que un ritmo repetitivo de corcheas en el acompañamiento parece reflejar la melancolía que la lluvia producía en el compositor, según relató su compañera.
Los autores de la segunda parte de este concierto no suponen una ruptura tan abrupta con la estética de Chopin como podría parecer. La plus que lente, breve vals compuesto por Claude Debussy (1862-1918) en 1910, mantiene esa atmósfera pequeña, delicada y ensimismada. El manuscrito indica a su inicio: Molto rubato. Con morbidezza, dos cualidades de la música del polaco. Por su parte, el francés siempre se sintió en deuda con él: le dedicó sus Études (1915), intentó editar sus obras completas y escribió dos series de Préludes (1909-1913).
Traspasar “La puerta del vino”, tercer número del segundo volumen de Préludes, conlleva un cambio de registro. En esta pieza con ritmo de habanera el compositor demanda la alternancia de violencia extrema y apasionada dulzura, emociones cambiantes que impele al intérprete a mostrarse también irónico y gracioso. En “La soirée dans Grenade” encontramos ese mismo aroma de habanera. Es la segunda parte de Estampes (1903), una obra influenciada por todas aquellas músicas que su autor escuchó en la Exposición Universal de 1889, especialmente el gamelán. Con ella se cierra una pequeña sección del concierto que, en el centenario del fallecimiento de Debussy, podría simbolizar el conjunto de su obra, parteluz entre el siglo XIX y el modernismo.
Maurice Ravel (1875-1937) y Manuel de Falla (1876-1946) militaron en Les Apaches, un colectivo pluridisciplinar y anti-academicista aglutinado alrededor de Pelléas et Mélisande (1902), de Debussy. Les movía el deseo de libertad creativa, el interés por la música folclórica y exótica, el simbolismo y una creencia en su autor como profeta. A su muerte, Falla lloró “al maestro de todos nosotros, al glorioso creador de la nueva música”. Homenaje a Debussy para guitarra fue estrenado en enero de 1920 durante un acto colectivo en recuerdo del compositor. Más tarde, Falla realizó una versión para piano y otra para orquesta inserta en Homenajes (1939).
El flujo de influencias entre Debussy y Ravel fue constante a partir de Jeux d’eau (1901). Si se distanciaron después de 1910 parece que fue por la intromisión de Louis Laloy, biógrafo del primero. Pero el teórico Michael J. Puri es categórico: “Sin la tarde de Debussy, es posible que nunca hubiéramos experimentado la noche de Ravel”, en referencia a “La soirée dans Grenade” y a Gaspard de la nuit (1908). En aras de la concordia siempre medió quien estrenó ambas partituras, Ricardo Viñes. Gaspard es un tríptico basado en poemas de Aloysius Bertrand lleno de seres fantásticos (“Ondine”: sirena) y escenas sombrías en las que incluso aparece un ahorcado (“Le Gibet”: el patíbulo). El tercer personaje es “Scarbo”, un duende travieso y traicionero que se lo pone muy difícil al pianista. Ravel dijo que con él quiso caricaturizar al Romanticismo. Aquel movimiento cuyo legado más puro es la música de Chopin, según su devoto Falla.
Daniel Martínez Babiloni
(Master de Musicología. Universidad de La Rioja)